Elvira y Concha se reencuentran después de cuarenta años; ambas compartieron celda en un penal de mujeres durante la posguerra española.
La danza es el vehículo que nos conduce del presente al pasado, de lo real a lo onírico; y los límites se van tornando cada vez más difusos, ocurriendo simultáneamente escenas del recuerdo y escenas del presente, acciones cotidianas y espejismos, danza y teatro, que acompañan el discurso de estas dos mujeres que "todavía están vivas".